En los últimos 50 años la protección de los cultivos ha recaído casi exclusivamente en el uso de pesticidas sintéticos. Sin embargo, este paradigma es insostenible debido a la alarma social que ha generado, ya que conlleva problemas sanitarios, ecológicos y la aparición de resistencia. Como consecuencia, emerge una legislación más restrictiva que fomenta el uso de planes integrales para el control de plagas, en los que se proclama la necesidad de nuevos agentes fitosanitarios.
Aproximadamente el 70% de los europeos perciben los alimentos de agricultura ecológica más seguros, tanto desde el punto de vista sanitario como ambiental, población que está dispuesta a pagar la diferencia de precio de este tipo de productos. La normativa para la obtención del Certificado de Agricultura Ecológica es muy estricta y demanda el uso de nuevos agentes fitosanitarios.
Todo ello ha llevado ha dirigir la atención hacia los biopesticidas (pesticidas biorracionales) para el control de plagas, que incluyen extractos de plantas y aceites. Las plantas han desarrollado sistemas de defensa que incluyen una gran variedad de sustancias capaces de inhibir el ataque de herbívoros y plagas. De ahí el interés de los biopesticidas botánicos, que son en general menos tóxicos que los plaguicidas convencionales y afectan sólo al parásito objetivo y los organismos estrechamente relacionados. Además, los bipesticidas botánicos pueden reducir el uso de los plaguicidas convencionales, mientras el rendimiento de la cosecha sigue siendo alto y por lo general no persisten en el medio ambiente, lo que resulta de extrema importancia.